Oí hablar de Bitcoin y otras criptomonedas hace ya unos cuantos años, pero siempre me pareció que era un timo, un tinglado montado por unos pocos para enriquecerse a costa de los demás. Recuerdo que un compañero había invertido dinero en criptomonedas y estaba siempre pendiente del móvil, en un estado de nervios permanente, para ver si compraba o vendía. Una auténtica locura. Pero llevado por la curiosidad he indagdo un poco más en este mundillo de las criptomonedas, sobre todo de la primera, el Bitcoin.
Como casi todo el mundo sabe, el Bitcoin es la primera moneda digital descentralizada, surgida gracias a la invención de un personaje llamado Satoshi Nakamoto del que nadie conoce su identidad. No se sabe si es un alias de una persona, de un grupo de personas o, como escuché en un vídeo, de alienígenas llegados del futuro.
Allá por finales de 2008 se publicó lo que se conoce como el libro blanco (whitepaper) de bitcoin lanzado en un foro de criptografía por un tal Satoshi Nakamoto donde hablaba de un sistema de pagos peer-to-peer, es decir, un pago de persona a persona sin intermediarios. El problema principal con lo de los pagos es que una persona que tenga en su cuenta 1 € no pueda pagar a otra persona 1 € a otra más 1 € y así sucesivamente. Habitualmente existen intermediarios financieros (un banco) que saben que tienes 1 € en tu cuenta y no te permiten gastarte más de ese euro. Si no existen esos intermediarios, ¿cómo puede evitarse que una persona gaste más de lo que tiene? Ahí es donde entra en juego la criptografía, la blockchain y la minería. Un sistema muy ingenioso que soluciona ese problema del doble gasto sin intermediarios.
Empecé a estudiar estos temas por aquello de la tecnología subyacente bajo todo este tinglado. Así que lo primero que hice fue instalar el cliente Bitcoin core en una de mis Raspberry y bajarme la blockchain. La blockchain es donde se van anotando todas las transacciones. De tal modo que si yo te pago a ti 1 bitcoin, o más bien 1 milésima de bitcoin, yo no tengo ninguna moneda ni tú la vas a tener, sólo un apunte en esa cadena de bloques de que yo tengo 1 milésima menos y tú una milésima más. En el momento de instalar el cliente, la cadena de bloques eran algo más de 400 GB. Empecé utilizando una Rasp con un disco mecánico y llevaba seis días y sólo el 70% de los bloques. Leyendo por ahí me enteré que el cuello de botella es precisamente el disco, por lo que al mismo tiempo empecé a utilizar otra Rasp con un disco SSD y vi que efectivamente los bloques se bajaban mucho más rápido. De hecho se bajó 716.875 bloque es un día y diez horas, un 97,7% del total en ese momento. Ya había parado en el otro nodo la descarga porque no tenía sentido. Un poco más tarde completó la tarea. En ese momento paré el cliente con toda su blockchain y copié todos los ficheros al otro nodo. Lo dejé por la noche para que copiara los 412 GB y a la mañana siguiente ya estaban copiados, pero no sé exactamente cuanto tardó. Moraleja, es mejor bajar la blockchain en una máquina con disco SSD y luego copiarlo al nodo que va a funcionar como tal si es que tiene un disco duro mecánico.
Ahora viene la pregunta del millón: ¿sirve para algo tener un nodo con el cliente Bitcoin? La única respuesta es para aprender y de paso ayudar a que haya nodos «honrados» en el universo Bitcoin porque uno de los problemas de este invento es el problema del 51% que viene a decir que si hay un 51% de nodos «malotes» podrían retocar la blockchain y modificar las transacciones, enviando dinero a su monedero.
Hay dos libros sobre Bitcoin de los que he aprendido un montón. Uno de ellos es Inventemos Bitcoin de Yan Pritzker y otro, muy, muy técnico, es Mastering Bitcoin de Andreas Antonopoulos. El primero de ellos está muy bien y no entra en detalles tan técnicos como el segundo.
Cuando estoy escribiendo esta entrada, en enero de 2022, el bitcoin está a 42.000 €, pero vamos, no sería yo el que metiera todo mi dinero en este negocio porque aunque la tecnología y el invento me parece fabuloso, torres más grandes han caído. De todos modos, algo meteré para ver si cuando me jubile puedo sacar algo, o al menos que ese dinero no se haya perdido por la inflacción.